Por Line Bareiro
Es este un hito del Bicentenario porque en el año 2008 el voto popular decidió el primer cambio de gobierno de un partido a otro y se produjo el traspaso pacífico del poder. El 20 de abril de 2008, el triunfo electoral de Fernando Lugo, por más de 10 puntos porcentuales, puso fin a las victorias electorales de la Asociación Nacional Republicana (ANR – Partido Colorado) a lo largo de la transición y fue también la clara voluntad popular para que en el Paraguay cambie el signo político, después 62 años del partido colorado en el gobierno. Pero históricamente, lo más trascendente es que el 15 de agosto de 2008, se produjo el primer traspaso pacífico de un partido a otro, decidido soberanamente por la ciudadanía en las urnas y no por una soberanía de las armas que había marcado cada cambio de signo político en el país.
En tiempos de transición de la dictadura a la democracia lo que se hizo fue desmontar y los aparatos dictatoriales para dar paso a reglas de juego y estructuras decididas por las fuerzas políticas que interactúan en el escenario. Pero, a pesar de las libertades, de la institucionalidad electoral, del saneamiento de los padrones, el partido que fue sostén de la dictadura stronista ganó las elecciones en 1989, 1993, 1998 y 2003. La esperada alternancia se produjo recién dos décadas después del derrocamiento de Stroessner.
El gobierno de Nicanor Duarte Frutos no fue el peor de la transición. Es más, en algunos rubros puede salir muy bien evaluado al comparar con los gobiernos de Juan Carlos Wasmosy, de Raúl Cubas y de Luis Ángel González Macchi. Sin embargo, Duarte Frutos tuvo la capacidad de hartar a la muy paciente ciudadanía paraguaya e incluso a sus correligionarios, pero más que por los contenidos, fue por el estilo de constante prepotencia, malos tratos, exhibición de nuevas riquezas y el desembozado sometimiento de la Justicia al poder político.
El liderazgo capaz de vencer al Partido Colorado no surgió de los partidos opositores, sino que confluyó en un obispo emérito. Uno de los puntos más singulares de la campaña electoral fueron las tensiones con el Vaticano, que no sólo le prohibió candidatarse a Fernando Lugo al ex obispo de San Pedro, sino que le suspedió ad divinis. Pero, el decreto del Vaticano del 30 de junio de 2008 expresa:
“La reciente situación que se ha creado con la elección de Mons. Fernando Lugo como presidente de la República del Paraguay exige volver a considerar, por el bien del país y para que se distinga claramente y de modo definitivo entre el cargo de presidente de la República y el ejercicio del ministerio episcopal, la petición que presentó en su día para que le fuera concedida la pérdida del estado clerical. En efecto, la aceptación del cargo de presidente de la República no es compatible con las obligaciones del ministerio episcopal y del estado clerical.
Así, pues, habiendo examinado cuidadosamente todas las circunstancias, Su Santidad Benedicto XVI ha concedido para él la pérdida del estado clerical…”
La voluntad de cambio de la ciudadanía paraguaya el 20 de abril de 2008, produjo no sólo el desplazamiento del partido colorado del gobierno, sino que por primera vez un Papa autorizó a un obispo a ejercer la presidencia de una República. El 20 de abril fue un día de poder ciudadano que culminó a las 19:30 cuando la candidata colorada Blanca Ovelar, públicamente y sola, reconoció la victoria de Fernando Lugo, basada en los coincidentes datos del Tribunal Superior de Justicia Electoral y de Sakä que mostraban una distancia de diez puntos porcentuales entre ambas candidaturas.
La Alianza Patriótica para el Cambio (APC) obtuvo el 40,9% de los votos y estuvo conformada por una coalición de partidos y movimientos políticos, de los cuales el mayor era el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), que puso al vicepresidente electo el 20 de abril, Federico Franco. Los integrantes eran pequeñas organizaciones de izquierda, como Tekojoja, el Partido Movimiento Al Socialismo, el Partido País Solidario, el Partido Democrático Popular, y el Partido Revolucionario Febrerista. Además se sumaron dos pequeños partidos de centro, el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Encuentro Nacional.
El logro del 20 de abril llevó a grandes esperanzas y a nuevas impacientes esperanzas en un país en el que la universalización de derechos nunca había estado presente en las políticas públicas. El traspaso de mando el 15 de agosto, fue una fiesta en el Paraguay con una importante presencia regional. Su proyección es parte de los debates de este Bicentenario y de los que se darán en el futuro.