Por Margarita Durán Estragó
El Teatro Municipal “Ignacio A. Pane” tuvo su origen en el Teatro Nacional fundado por el dramaturgo andaluz Ildefonso Bermejo, en 1855 a pedido de Carlos Antonio López. Su apertura marcó el inicio de la historia del teatro en el Paraguay, por eso la consideramos un hito del Bicentenario de la Independencia.
Las manifestaciones teatrales en el Paraguay no tuvieron gran desarrollo durante la colonia e incluso en la época independiente. La primera comedia de la que se tiene noticia la compuso Gabriel de Lezcano, cura de la Encarnación (1544); con ella, los partidarios del gobernador Irala trataron de ridiculizar al Adelantado Alvar Núñez, el cual se hallaba preso. La pieza teatral se estrenó con motivo de la festividad de Corpus Christi y de ella tomó parte el mismo Lezcano. Los “alvaristas” contestaron aquel insulto con una crítica a Domingo Martínez de Irala y los oficiales reales, muy proclives a los vicios de la poligamia y la persecución de los vecinos por causas de celos con las indígenas; su autor fue el poeta portugués Gregorio de Acosta. Estas escenificaciones se realizaban en la Plaza de Armas, sobre un tablado montado para la ocasión, con fondos sostenidos por el Cabildo de Asunción.
Las funciones teatrales de mayor impacto fueron las de carácter religioso, como los autos, loas y misterios de la fe cristiana representados en los atrios de las iglesias y conventos. Una de aquellas tuvo lugar en Asunción en 1622, con motivo de la canonización de San Ignacio de Loyola, bajo la dirección de Roque González de Santa Cruz. En las reducciones franciscanas y jesuíticas había actividad teatral durante las fiestas patronales, las visitas del gobernador, del obispo y de los superiores de dichas órdenes religiosas.
En los inicios de la época independiente solo se conoce una comedia, protagonizada por los alumnos del Colegio Seminario de San Carlos, la misma se denominó El Rosario Perseguido, dedicada a José Gaspar de Francia en 1816, valer decir, al inicio de la Dictadura Perpetua (1816 – 1840). Con la clausura del Seminario de San Carlos en 1823, la supresión del Cabildo y la extinción de los conventos, un año más tarde, Francia logró acallar toda actividad cultural, con excepción de las bandas de música, integradas en su mayoría por indígenas.
Tras la muerte del Dictador Francia y un breve gobierno consular, surgió Carlos Antonio López como presidente de la República (1844). Éste se propuso ubicar al Paraguay a la altura de las demás ciudades que, como Buenos Aires y Río de Janeiro, contaban con elegantes escenarios donde en noches de gala desfilaban las más famosas compañías españoles e italianas. La ocasión se hizo propicia con la llegada a Asunción de Ildefonso Antonio Bermejo, a quien Francisco Solano López había contratado en Europa. Aquel llegó con su esposa, Purificación Giménez, en marzo de 1855, y pocos días después Don Carlos le encomendó, entre otras actividades culturales y educativas, la apertura de un teatro en Asunción.
Para el efecto le entregó un salón espacioso construido en 1844 para Sala de Sesiones del Congreso. Bermejo lo acondicionó dotándole de un escenario, tablados para los alumnos y alumnas de la Escuela de Música y Canto, a cargo del profesor Francisco Dupuis; balcones para la familia presidencial; camarines y otros. El día 4 de noviembre de 1855, cumpleaños de Don Carlos, quedó inaugurado el Teatro Nacional con la actuación del Conservatorio de Música y Declamación y la puesta en escena de una ópera cómica en dos actos y en verso titulada Colegiales y soldados. Los actores y actrices fueron escogidos de entre los alumnos de la Escuela Normal regentada por Bermejo.
El periodista Héctor Florencio Varela, residente en Buenos Aires, estuvo en dicha inauguración. En la ocasión, admiró a Bermejo por la paciencia que tuvo al enseñar arte escénico a jóvenes que en su gran mayoría, no demostraban cualidades artísticas. En cambio, se fijó en “dos mocetones y una muchacha de rollizo aspecto que tenían desenvoltura, gracia y una voz bastante simpática”. No debió resultar fácil preparar un elenco en Asunción después de cuatro décadas sin escenarios, lo mismo en captar actrices, en una sociedad cerrada donde el rol de la mujer se reducía a tareas del hogar y a prácticas religiosas.
Bermejo tenía afición por las comedias costumbristas y moralizantes, no obstante, logró entusiasmar a algunos hombres de negocio de Asunción a fin de contratar una compañía de teatro, de exitosa actuación en los escenarios porteños. La compañía española García-Barreda, hizo su debut en Asunción en 1858 con el drama histórico Guzmán el Bueno y para el efecto se realizaron varias mejoras en el coliseo. Esta compañía introdujo en el Paraguay no solo el teatro romántico sino el post-romántico como son el drama y la comedia sentimental. A modo de ejemplo se citan: El Castillo de San Alberto de Alejandro Dumas; Don Tenorio y El Puñal del Godo. de José Zorrilla.
Tras la muerte de Don Carlos, Bermejo volvió a España y su discípulo Natalicio Talavera continuó los pasos de su maestro del Aula de Filosofía.
En julio de 1863 arribó la Compañía Dramática Española, dirigida por Pelayo Azcona; su repertorio incluía: El Barbero de Sevilla, Margarita de Borgoña, de Alejandro Dumas; entre otras. Una vez declarada la guerra, se presentó La Divertida Comedia de la Triple Alianza, de Porter Cornellius Bliss. Algunos aficionados paraguayos representaron a los traidores o legionarios, lo que motivó que recibiesen del público “miradas infernales, risas sarcásticas y palabras de maldición cada vez que salían a escena”.
Si bien las familias paraguayas se mostraron remisas a concurrir al teatro después de la tragedia, no faltaron visitantes o inmigrantes recién llegados que colaboraron en llenar la platea.
En 1888 llegó la Compañía Mixta S. Vecchi que, al dramatizar El Terremoto de la Martinica, logró provocar en el escenario los temblores producidos por el terremoto simulando la caída de casas y la suba de las olas del mar. Al término de aquel drama, no se pudo ofrecer el acostumbrado sainete o entremés porque el escenario había quedado obstruido por los escombros.
Resulta curiosa la llegada del Circo de la Real Compañía Italiana “ecuestre, gimnástica, acrobática y zoológica”, en simultáneo con la Compañía Lírica Dalmau-Alió (1885). La atracción del público se inclinó hacia el espectáculo circense, resultando casi un fracaso para la compañía española. Los diarios se hicieron sentir a favor del teatro:
“Se sigue notando la ausencia de muchas otras respetables familias, a las cuales la mezquindad de sus padres, maridos, tíos o hermanos priva de asistir. Es una vergüenza que las familias prefieran el circo acrobático al teatro, porque esto no de otra cosa es inicio sino de que aún no hemos avanzado mucho en nuestra cultura social…No es nuestro intento significar así que ellas no deben satisfacer su ansiedad asistiendo a funciones acrobáticas. Pero la verdad es que siempre deben preferir al teatro, porque este es propio de su educación y rango, mientras que aquel no”. Al parecer, ninguna familia de la sociedad quiso pasar por chabacana ya que luego de la crítica, la asistencia al teatro mejoró notablemente.
Por aquel tiempo, el empresario catalán Baudilio Alió había solicitado a la Municipalidad la cesión de la Plaza Libertad, antigua Plaza Chica (sitio del actual Teatro Municipal) para construir allí uno nuevo. Tras largos trámites de ofertas y contra ofertas, el Teatro Nacional quedó inaugurado el 21 de julio de 1889, obra de Baudilio Alió. Es importante destacar que la temporada teatral de 1892 se inició con una Compañía Infantil Paraguaya de Zarzuela. A juzgar por los apellidos de los actores, eran hijos de familias adineradas o residentes socialmente reconocidos. Coincidentemente, ese mismo año murió Baudilio Alió en Asunción e Ildefonso Bermejo en Madrid, ambos, pioneros del Teatro Nacional.
A pesar de haber quedado el coliseo bajo la administración municipal desde fines del siglo XIX, recién en 1949 cambió su antigua denominación por la de Teatro Municipal “Ignacio A. Pane”. Este permaneció activo hasta principios de la década del 90, tiempo en que tuvo que correr definitivamente el telón en espera de una urgente y total restauración.
Transcurrieron casi dos décadas para la reapertura del Municipal y hoy lo vemos remozado.
Cabe destacar que, fuera de algunas obras teatrales llevadas a ciudades y pueblos del interior, no se ha registrado prácticamente ninguna puesta en escenas en pueblos del interior, hasta bien entrado el siglo XX. Además del Teatro Nacional (hoy Municipal), se fueron abriendo otros como el de Andreuzzi, el Eden del Belbedere y el actual Hotel del Paraguay. Llegaban compañías extranjeras que interpretaban comedias, dramas, óperas y zarzuelas.
La primera obra de actor paraguayo fue “La cámara oscura”, de Alejandro Guanes, que subió al escenario en 1906. En 1925 se fundó la primera “Sociedad Paraguaya de Actores”. Ese mismo año se crearon dos compañías teatrales con aficionados del arte escénico, todos de momentáneo accionar. Entre ellos se destacó Roque Centurión Mirando: autor, actor, director teatral y fundador de la Escuela Municipal de Arte Escénico. En plena guerra del Chaco llevó a escena Episodios chaqueños, en colaboración con Josefina Plá, y Tuju, obra en guaraní.
Otro grande del teatro en guaraní fue Julio Correa. Son conocidas sus obras Sandía Yvygüy (1933); Karai Eulogio (1944); Honorio causa (1945) y muchas otras. Centurión Miranda y Fernando Oca del Valle pretendieron jerarquizar el teatro paraguayo, pero en las predilecciones del público estaban las reposiciones de los éxitos foráneos o las comedias “reideras” de Ernesto Báez.
No obstante, se destacaron obras meritorias como Urutau, de Concepción Leyes de Chávez; Un sobre en blanco, de Josefina Pla; Pacholí, de Manuel Frutos Pane y otras.
En 1956 sube a escena la zarzuela paraguaya La tejedora de ñanduti, de Manuel Frutos Pane y Juan Carlos Moreno González; María Pakuri (1959) y Las alegres kyguavera (1961).
José Luis Appleyard obtuvo el primer premio de un concurso teatral organizado por la Municipalidad de Asunción, con motivo del Sesquicentenario de la Independencia, con la obra Aquel 1811.
Tras la reapertura del viejo Teatro Municipal y la creación de otros, como el “Arlequín Teatro” y ciertos centros culturales de Asunción y del interior, el teatro paraguayo sigue siendo prerrogativa de unos pocos.