[lang_es-es]Se dieron a conocer, días pasados, los nombres de los ganadores Premio Nacional de Bellas Artes “Embajada de España en Homenaje al Bicentenario”. El primer premio fue otorgado por unanimidad a Javier Medina Verdolini por su serie fotográfica “Desconstrucción” (foto). [/lang_es-es]
[lang_gu]Akokuehe ojekuaauka mavamávapa oganárara’e Premio Nacional de Bellas Artes “Embajada de España en Homenaje al Bicentenario”. Tembiapo iporãvévaramo ojeporavo peteĩ ñe’ẽme Javier Medina Verdolini ta’ãngaita onohẽmbyre ojeheróva “Desconstrucción” (ta’ãnga).[/lang_gu]
El jurado estuvo integrado por Adriana Almada, María Mercedes Virginia Codas, Miguel Ángel Fernández y Osvaldo González Real, miembros de la Asociación Internacional de Críticos de Artes Capítulo Paraguay (AICA, Paraguay y Francisco Javier Conde Martínez de Irujo, en representación de la Embajada de España.
Por unanimidad el jurado decidió otorgar el Premio a:
Menciones de honor a:
“Ta’anga y rei”, de Claudia Casarino.
“Escultura sin título”, de Luis S. Torres.
Además, fueron seleccionadas cuatro obras más para integrar la exposición a realizarse en el Centro Cultural de España Juan de Salazar durante el primer semestre de 2012. Son ellas:
“A Mí”, de Alfredo Quiroz (óleo, acrílico, pigmentos, tierra).
“Paraguay nunca se rinde”, de Jorge Ocampos Roa (óleo y acrílico s/ tela).
“Permanencia”, de Ofelia Fisman (técnica mixta).
“Última Sesión”, de Sara Leoz (óleo sobre tela).
“A Mí”, de Alfredo Quiroz.
“Última sesión”, de Sara Léoz.
El único premio principal consiste en 5.000 Dólares y un viaje a una Bienal del Mercosur (pasajes y viático).
La institución de este premio – creado en homenaje al Bicentenario de la Independencia del Paraguay y para impulsar el Museo Nacional de Bellas Artes – es una iniciativa de la Secretaría Nacional de Cultura de la presidencia de la República y de la Embajada de España en Paraguay.
El ganador del Premio principal de este certamen, Javier Medina Verdolini, escribe cuanto sigue, sobre su serie fotográfica:
Deconstrucciones
Desde el año 2007, aproximadamente, comencé a trabajar con la arquitectura como reflejo de la vida de las personas que la habitan, y mi propia relación con el paisaje urbano. En una serie que estoy desarrollando y que denomino “Deconstrucciones”, pretendo reflejar la situación del paisaje urbano en continua mutación. En el caso de “Deconstrucción #2”, la obra que presento en este concurso, se utiliza el derribo como sinónimo de la perdida parcial de la memoria colectiva. Con cada casa que se tira abajo y cada nueva que surge, se va reescribiendo el paisaje de antaño, sustituyéndolo por un presente arquitectónico inerte para los recuerdos, a veces extraño.
A cada derribo corresponde una mudanza, una renuncia que deja en las paredes por algunos escasos días, vestigios de las vidas que allí se desarrollaron, situaciones cotidianas que tal vez no cuentan para la historia o para el acervo patrimonial, pero que son nuestro paisaje físico y afectivo, nuestra referencia como ciudadanos.
Reconstruir no es tarea fácil, en un tiempo donde una magra economía es la gran dictadora de todos los actos. Las nuevas formas y estilos arquitectónicos seguramente distan de los paradigmas trazados en los años 30 o 50. La funcionalidad lo envuelve todo y priva al nuevo hábitad/paisaje urbano de la elegancia de las grandes casas de Mariscal López o lo que queda del viejo centro de Asunción, generalmente, en ruinas.
Cuando repasamos las postales de antaño, parece surgir que algo salió mal, que en algo involucionamos, y lo terrible que solo queda el recuerdo siempre infiel de la fotografía.
