Siguiendo nuestra serie de publicaciones de homenaje a la Semana de la Lengua Guaraní, presentamos el texto de la ponencia de la destacada escritora Maribel Barreto, narradora y crítica de extensa trayectoria, y Premio Nacional de Literatura 2019, presentada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2019.
El guaraní subyacente en la literatura paraguaya en castellano
María Isabel Barreto
Paraguay, nuestro país, territorio poblado de signos que revelan de manera inequívoca la huella inconfundible del mestizaje cultural, un escenario del encuentro de dos lenguas en el que el imaginario colectivo con sus mitos, sus tabúes, con un trasfondo de irracionalidad en el que toman lugar los contactos y conflictos de sus dos lenguas, que han producido abundante cosecha al aprovechar los recursos de la oralidad hasta lograr constituir el camino de la literatura paraguaya.
La literatura vinculada con la oralidad produce relatos de la cultura popular paraguaya en los que el sincretismo mítico religioso de los relatos anónimos, los casos de aparecidos o de fantasmas, o de amores prohibidos, los cantos religiosos o patrióticos, en los versos de poetas que utilizan combinaciones lingüísticas en guaraní y en castellano, tal el caso de Agustín Barboza que alterna sus versos primero en castellano y luego en guaraní, laten en sus cauces ancestrales, en ese caudal vivo y polifónico de nuestra lengua hablada por millones de personas que reciben el universo mítico de nuestra cultura mestiza, mediante el jopara que otorga un especial encanto a las canciones y poesías, que, aunque escritas en español, conservan la estructura y la sintaxis del guaraní o simplemente del castellano paraguayo con infiltraciones semánticas y sintácticas típicas de nuestra lengua nativa, sobre todo cuando configuran un relato de miedo, renuncias, rebeldías, anhelos de redención como en Casaccia, en el marco de un Paraguay pintoresco en el que no podía faltar la lengua vernácula. Lo sorprendente de la época es que la crítica nacional ha venido sosteniendo con mucho énfasis que la dicotomía lingüística del Paraguay ha sido un factor retardatario y entorpecedor de la narrativa.
Nos referimos a Augusto Roa Bastos como el primer escritor que consiguió integrar las dos lenguas nacionales en una atmósfera armónica que favorece a ambos idiomas.
En el caso de Casaccia, este logra acoplar el guaraní para expresar los estados anímicos de sus personajes, con lo cual enriquece artísticamente sus obras, como en Hombres, mujeres y fantoches, donde inserta expresiones en guaraní, pero no las traduce, aunque con frecuencia, como Roa, hace uso de referencias en castellano que las aclara y cuando prescinde de explicaciones, no deja confusiones, pues se entiende en el contexto, así como aporta musicalidad o cierta extrañeza lírica y de valor estético. Sin embargo, en su cuento El Guajhú, con nombre guaraní, el autor se lanza a utilizar libremente expresiones de la lengua vernácula, cuyo contenido salva con llamadas al pie de página.
El indigenismo literario surge en la novela hispanoamericana en la década del 20 al 30 con la presencia del realismo-naturalismo que mechó la escritura con expresiones indígenas orientadas por el exotismo modernista, como Horario Quiroga que supo captar el aliento guaraní que supo captar el aliento guaraní que habla la mayoría de sus personajes con la carga profunda de las palabras míticas de los indios, o en Miguel Ángel Asturias que penetra en la raíz de la cultura maya-quiché poniendo en evidencia la raíz mágica del verbo. Aunque de manera más directa, el peruano José María Arguedas la consigue con el quechua al recrear el mundo maravilloso del indio serrano. Es así como llegamos a la obra de Roa Bastos de gran similitud con la obra de Arguedas por la aculturación lingüística. Roa nos enfrenta con la atmósfera que nace de las entrañas de la lengua nativa para sorprendernos con la reiteración lexical, la fraseología que altera los esquemas sintácticos del español con los modelos del guaraní de nuestro país; algo diferente al guaraní hablado en los países vecinos.
Se constata que en la generalidad el escritor paraguayo escribe en español, la lengua que encarna el prestigio cultural impuesto, pese a la vigencia mayoritaria del guaraní, verdadera lengua nacional del Paraguay que según Roa Bastos “el novelista o cuentista culto no puede prescindir de esta rica y oscura porción de nuestra realidad ambiental y espiritual”.
Los ámbitos idiomáticos del español y del guaraní conviven, colisionan e interactúan en un proceso de erosión con la creciente castellanización del guaraní o del acoplamiento del guaraní al español en esta situación de conjunto de nuestra cultura mestiza guaraní-paraguaya.
Dice acertadamente Bareiro Saguier que en la actualidad ambos idiomas, el castellano y el guaraní, están en colisión sincrética, se han influido recíprocamente. Escritores sobre la Guerra del Chaco como Jorge Ritter y el mismo Rodríguez Alcalá utilizan el guaraní como expresiones de soldados y jefes.
Por último, sintéticamente me refiero al mundo poético, Emiliano R, Fernández, el poeta bilingüe en que la transculturación hispánica-guaraní con su cosmovisión y ritmo propios se introduce en la lengua dominante del colonizador y es ese aporte el que al cabo la va a otorgar su identidad.
En Bareiro Saguier el proceso de incorporación del mundo subyacente no fue tan visible en su primer libro de poemas, Biografía de ausente, considerado con Ceniza redimida de Hérib Campos Cervera y El viejo fuego de Elvio Romero como lo más relevante de la poesía del exilio paraguayo. El mismo Bareiro Saguier expresa en su libro Camino de andar: “Los expatriados paraguayos siempre han padecido un doble exilio; el de su lengua y el de su tierra”.
De la actualidad citamos brevemente a poetas como Susy Delgado, Mario Rubén Álvarez y otros, versos resonantes de nuestra poesía, de nuestra cultura guaraní paraguaya vivida plenamente en nuestro país con todos los desajustes que implica la relativa armonía de la aculturación. Por ello, estoy de acuerdo con el sincretismo, gracias al cual tomamos conciencia del proceso de integración cultural al aproximar los dos universos que se penetran y erosionan recíprocamente en la expresión de nuestra lengua literaria del castellano paraguayo; un fenómeno doble de aculturación y transculturación.
Sociólogos, lingüistas, historiadores y antropólogos dan cuenta del complejo cultural formado a lo largo de cuatro siglos y medio de integración que acerca dos universos o hemisferios que se oponen, que se invaden recíprocamente en la expresión de nuestra lengua literaria; como en Roa, se ve en novelistas y cuentistas la resemantización del castellano guaraní como tejido subyacente que el escritor paraguayo oye y siente en la hondura de su ser, de su sensibilidad como un fuego que quema en la comunicación colectiva, aun los que no hablan el guaraní, pero están sumergidos en la atmósfera de nuestra lengua nativa y la sienten en el seno de nuestra cultura mestiza bilingüe.
En las obras de Bareiro Saguier, sobre todo en sus cuentos, como “Solo un momentito” se alternan los ritmos y las estructuras sintácticas, semánticas y coloquiales del castellano paraguayo saturado y remodelado por el guaraní y el guaraní hispanizado, tal el caso de Emiliano Fernández, cuyo logro mayor fue la fusión en la lírica y en la épica con sus acentos, el del mundo del poeta con su lengua madre y el de la colectividad mestiza con las inflexiones de un cantor trovadoresco, sobre todo en los poemas nacidos en los campamentos de la guerra del Chaco.
Julio Correa y Manuel Ortiz Guerrero realizan la experiencia del jopara, la lengua mezclada con predominio del guaraní que corresponde a un estadio de nuestra realidad cultural mestiza. Los autores citados no la inventan, es un código social, no un producto de elaboración individual.
Según Osvaldo González Real en Mancuello y la perdiz de Carlos Villagra Marsal “se amalgaman e interactúan las sintaxis de dos idiomas y las cosmovisiones del bilingüismo paraguayo, en su relación de idioma dominante – idioma dominado para superar los códigos lingüísticos de ambos”, para ir más allá de esta dualidad, base de nuestro mestizaje cultural, hasta llegar a una creación estética para salvar ambos mundos a través de la creación literaria en que, en las estructuras semánticas y coloquiales del castellano saturado y modelado por el guaraní castellanizado o hispanizado, se observa la fusión de estos dos mundos de nuestra cultura bilingüe.
En el juego de sutiles alteraciones y rechazos, incrustaciones, fecundaciones y simbiosis, se ha injertado al español la estructura aglutinante y polisintética del guaraní y se logró una escritura polifónica que salva la cadencia y música de la oralidad ancestral que contempla el mundo como un ente mágico.