Por Margarita Durán Estragó
El semillero de la intelectualidad y la clase política del Paraguay, desde fines del siglo XIX hasta casi la mitad del XX, fue sin lugar a dudas el Colegio Nacional de la Capital. Su fundación, en 1877, constituye un hito digno de ser destacado con motivo del Bicentenario de la Independencia Nacional.
Los antecedentes de dicha casa de estudios se remontan a la Academia Literaria, creada por los Cónsules de la República Mariano Roque Alonso y Carlos Antonio López, a fines de 1841. Cabe recordar que la instrucción superior se hallaba postergada por orden del Dictador Francia, desde el cierre del Colegio Seminario de San Carlos (1823) y los demás centros de estudios que funcionaban en los conventos de franciscanos, mercedarios y dominicos; todos ellos extinguidos en 1824.
Las clases se iniciaron en febrero de 1842 con 149 alumnos, de los cuales 23 eran internos. Su director fue Marco Antonio Maíz, sacerdote ilustrado, que sufrió 14 años de prisión por oponerse al absolutismo de Francia. La carga horaria era de cuatro horas diarias: dos por la mañana y otras dos por la tarde; se prohibieron los castigos corporales; los alumnos debían saber de memoria máximas como estas: “En todas las ocasiones hablar la verdad”; “Ser bondadosos para con todos los hombres y también con los animales”; “Ser obedientes a sus padres y superiores y obsecuentes (sumisos) a sus mayores”; “Evitar siempre las quimeras y chacotas de mano y también los debates sobre asuntos impertinentes”; “Adorar y amar a Dios como primera causa, obedecer a los superiores y maestros”.
Otro antecedente de la institución madre de la educación secundaria en el Paraguay fue el Colegio Nacional, abierto en 1872, dependiente de la Municipalidad de Asunción; el mismo se hallaba ubicado en la calle Libertad (hoy Eligio Ayala), manzana que hasta la Guerra Grande perteneció a Madame Lynch. Fueron docentes de dicha casa de estudios: Pedro Dupuis, Fidel Maíz, José Mateo Cuellar y Facundo Machaín, entre otros.
Recién en 1877 se fundó el Colegio Nacional de la Capital, siendo Presidente de la República Juan Bautista Gill y el Ministro de Instrucción Pública, el Doctor Benjamín Aceval. La institución abrió sus puertas en 1878 siendo su primer director el mexicano José Agustín Escudero.
Se acordó la enseñanza gratuita y el otorgamiento de becas para 52 jóvenes pobres del interior del país, para los cuales se creó un internado, donde se alojaban, con derecho a vestuario y alimentación, el mismo se mantuvo hasta 1890. Es justo señalar la abnegación con que trabajó Benjamín Aceval como promotor y luego director del Colegio. Entre los primeros egresados de finales del siglo XIX, incorporados luego al claustro de profesores se encuentran: Manuel Gondra, Manuel Domínguez, Emeterio González, Cleto Romero, Ignacio A. Pane, Eligio Ayala, entre otros. Concluyó dicho siglo con 235 egresados y a partir de comienzos del XX pudo contar con edificio propio, en la misma manzana de las antiguas viviendas donde tuvo sus inicios. Contaba con gabinete de Física, otro de Ciencias Naturales y un laboratorio de Química, además de una Biblioteca.
Cabe destacar que al clausurarse el internado del Colegio Nacional de la Capital, se crearon otros en el interior del país; con el tiempo solo subsistieron los de Villa Rica y Pilar. También dieron lustre a la institución, profesores de la talla de: José Segundo Decoud, Ramón Zubizarreta, José Zacarías Caminos, Manuel Franco, Pedro Bruno Guggiari, Juan E. O’Leary, Manuel Riquelme, Eligio Ayala, Viriato Díaz Pérez e Isidro Abente.
En 1893 se aprobó un nuevo plan de estudios de seis años, con supresión definitiva de Historia Sagrada, una fuerte tendencia humanista y con cursos libres de Contabilidad, Taquigrafía, Dibujo Lineal y topográfico, Gimnasia y ejercicios militares. En 1904 se aprobó por ley el Plan Franco, bajo el lema “Fuertes estudios generales, sin polifurcaciones, ni especializaciones prematuras para el estado social de nuestra nación”. Este plan rigió hasta 1931 en que comenzaron a regir las reformas introducidas por el Ministro de Instrucción pública, Justo Pastor Benítez.
El nivel de enseñanza, la jerarquía moral e intelectual de sus profesores y el número de sus alumnos ubicaron al Colegio Nacional de la Capital, como principal centro de formación de la juventud paraguaya. Aquel prestigio ganado con estudio, vocación y altruismo, se fue perdiendo durante la dictadura del Gral. Alfredo Stroessner al politizarse los Centros de Estudiantes y convertirse en cargo político la dirección académica del Colegio.