Cultura y Desarrollo Sostenible en la Agenda de Desarrollo Post-2015

06-05-2014

Mabel Causarano

Ministra de Cultura del Paraguay

Ponencia presentada ante la ONU, en Nueva York, el 5 de mayo de 2014

El concepto de desarrollo ha experimentado diversas  transformaciones, así como  la relación entre cultura y desarrollo ha ido adquiriendo una creciente complejidad.

El enfoque  economicista del desarrollo, medido en términos de progreso material, y  que se volvió hegemónico,  ve la cultura, en algunos casos, como un obstáculo para implantar en los países denominados “subdesarrollados”, las políticas y acciones tendientes a acelerar el ritmo del progreso y,  en consecuencia, a homogeneizar las diferencias culturales.   Las cosmovisiones  ancestrales debían  erradicarse, las instituciones desintegrarse y las relaciones socioculturales  quebrarse.

La defensa del crecimiento económico como motor del desarrollo se consolidó, desde mediados de la década de 1940. Su indicador privilegiado es el “producto interno bruto” (PIB), que agrega muchas variables, expresadas en dinero, bajo el supuesto de  que define el estado de una economía nacional [2].

Este indicador “encierra muchas simplificaciones e ignora todo lo que no sea valorado económicamente, desconoce las condiciones sociales o ambientales (…). Su contabilidad es contradictoria, ya que, por ejemplo, si hay muchos enfermos y se gasta más dinero en medicinas y médicos, entonces el PIB aumenta”.[3]

El “subdesarrollo” tiene que ver con la subvaloración de lo propio, pues la imposición es tan fuerte (para definir lo que “tiene valor”),  que inhibe la acción. En tal sentido, hay una responsabilidad y  una deuda severa de los países desarrollados y de sus agencias, ceñidas por lógicas economicistas: nunca se generó tanta riqueza y nunca hubo tanta pobreza. La violencia simbólica que marca el momento presente expresa  una contradicción sin precedentes.

El modelo capitalista, luego de las grandes crisis, está reviendo sus políticas, y generando intersticios. Desde la caída del fordismo, le interesa también  la diferencia interna al sistema.

El concepto de desarrollo humano, de los años ´80, y el de desarrollo sostenible, de los ´90,  abren espacio a la dimensión cultural y a su papel esencial en los procesos de desarrollo, como lo establece el Plan de Acción de Estocolmo de 1998, al afirmar que “el desarrollo sostenible y el auge de la cultura dependen mutuamente”.

¿A qué desarrollo apuntar?

•             Un desarrollo basado en las especificidades culturales, incluyente de la diferencia;

•             Un desarrollo participativo, que contribuya a mejorar la calidad de vida, al cumplimiento de los sueños y las aspiraciones individuales y colectivas,  que amplíe las oportunidades de creación y la expresión plena de las capacidades humanas;

•             Un desarrollo que utilice el potencial de la memoria y lo ponga al servicio de la creación y la producción de conocimiento;

•             Un desarrollo que garantice la protección de los derechos culturales;

•             Un desarrollo que genere prosperidad económica y social.

¿De qué cultura hablamos? [4]

La cultura es la propia sociedad en cuanto ésta se expone a sí misma, en cuanto se auto -imagina y se auto – analiza a través de metáforas y discursos, de reflexión y de poesía, complejidad  que impide una definición cerrada del término cultura y promueve el desarrollo de conceptos operativos.

Tradicionalmente, en América Latina, los alcances de este vocablo se han circunscrito a las Bellas Artes y el patrimonio histórico,   acepciones demasiado acotadas, que exigen  una concepción más amplia de cultura como sistema simbólico,  estrechamente articulado con el tecnológico y vinculado con las formas de organización social.

La idea amplia de cultura posibilita que el ámbito de los derechos culturales incluya la identidad y la memoria, las creencias, los conceptos y las ideologías, los lenguajes, las costumbres y tradiciones, el patrimonio, etc.

En el Paraguay

El Estado paraguayo está presente en el debate regional y mundial sobre cultura y desarrollo[5].

Como eje central, la política cultural y el Plan Nacional de Cultura, que se encuentra en elaboración,  se organizan en torno al concepto guaraní del TEKOPORÃ.

El “teko” es la manera de ser, sentirse; “porã” es bello, bueno. Se refiere al bienestar con uno mismo, con los otros, con el ambiente, coincidente con  la propuesta del “buen vivir”, resumida en el  Sumak Kawsay, que hace referencia a vivir en armonía, en equilibrio, respetando y asumiendo las diferencias y complementariedades, en estrecha relación con la Naturaleza, que no es concebida como un “banco” inagotable de recursos, sino como la Madre tierra,  con la que están en indisoluble relación[6].

La Constitución paraguaya reconoce  el carácter pluricultural,  establece que el país es oficialmente bilingüe y garantiza los derechos de las comunidades indígenas.  El Paraguay no alcanzará a cumplir los ODM fijados para el 2015 y es probable que ello se deba, en buena medida,  al desconocimiento de la dimensión cultural en las políticas públicas, marcadas históricamente por la fuerte dependencia de un modelo de producción extractivo y  la mercantilización de la tierra,  que no favorecieron la integración social ni el equilibrio ecológico, a lo cual  se suma la herencia de procesos autoritarios, que impusieron una visión unificada de la sociedad, y  condenaron la diferencia, situación  que se va progresivamente superando.

¿Cómo avanzar hacia un nuevo paradigma?

No será posible el desplazamiento de la perspectiva cuantitativa por la cualitativa, sino habrá que   buscar el reconocimiento recíproco y la complementariedad,  a lo cual contribuirán sustantivamente la incorporación de la memoria y las mediaciones culturales,  como momentos y procedimientos ineludibles para poner en relación sociedades, tecnologías y metodologías.

No se trata de poner “valor monetario” al impacto cultural de los proyectos de desarrollo sino de elaborarlos a partir de la transversalidad de la dimensión cultural, puesto que ésta permea todos los sectores de la organización social.

El cambio de paradigma requiere una acción correlativa en la construcción de nuevos instrumentos. El paradigma economicista  instaló patrones (PIB, indicadores, datos “duros”) que, si bien útiles, no son suficientes.

Es un desafío intelectual de altísimo nivel que, para los países de América Latina y el Caribe,  se torna un desafío regional, para  repensar la dinámica de las instancias de articulación regionales, evitando los dos principales riegos: la burocratización y el funcionamiento por compartimentos estancos. El cambio de paradigma requiere, a su vez, la adopción de fronteras porosas entre las plataformas  y los programas regionales que abordan lo económico, lo social, lo ambiental y lo cultural.

Nueva York, 5 de mayo de 2014



[1] Versión resumida de la ponencia presentada en el marco de la “Reunión de Alto Nivel sobre Cultura y Desarrollo Sostenible en la Agenda de Desarrollo Post 2015”, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Nueva York, el lunes 5 de mayo.

[2] Gudynas, Eduardo (Blog). El PIB regresa al trono del desarrollo. 26.12.2013.

[3] Ibidem.

[4] Extraído del texto de conferencia de Ticio Escobar, ex Ministro de Cultura de Paraguay (2008-2012), en el Congreso Cultura y Desarrollo, Presidencia Española de la Unión Europea, Girona, 4 y 5 de mayo 2010.

[5] Encuentro en Gerona, Reunión de Ministros Rio mas 20, que desembocó en la Declaración de San Pablo, etc.

[6] Ramos, Rosa (sf): Sumak  Kawsay, Suma Qamaña, Teko pora, Vida buena. Una propuesta de la sabiduría indígena. Revista Misión.